El proceso de notificación familiar y social es complejo, ya que siempre se piensa en el beneficio, o mejor dicho, en la no afectación del otro: “No les digo nada, porque no quiero que se pongan mal”. Grave error. ¿Por qué?, por el simple hecho de que la persona que guarda silencio, intentando proteger, a la larga, resulta apartado de su sociedad, debido a que el silencio le llevará a ocultar parte de su vida.
Eso es lo más importante y urgente que hoy se ha presentado en tu vida, y guardar silencio, te hará sentir lo que más mata en vida: la soledad, porque tú mismo has decidido quedarte con ese peso; mientras, como siempre ocurre, el mundo gira y girará sin detenerse a pensar o escuchar lo que tienes que decir.
Podrías refutarme: “Pues es mío y decido a quién le digo y ahora he decidido no hacerlo”. ¿Y qué te puedo decir ante eso? “Excelente, esa es tu decisión”; pero ¿has pensado qué ocurrirá cuando tengas que ir al hospital por algún tratamiento que llevará varios días de malestares, cuando se requiera la firma de algún testigo, o seas ingresado a hospitalización por varios días, por cualquier situación, o que, por algún evento de toxicidad, estés cansado y requieras el apoyo de alguien?
Podrás decirme: “Pues ya veré qué hago”. Muy bien, pero piensa solamente un poco en el pasado; me refiero a las veces que te has dicho algo así: “Siempre se me juntan las cosas”, pero será porque el error común del ser humano es pensar en corto, en “el aquí y ahora”. Este pensamiento se lo dejo únicamente a las personas que están enfrentando una enfermedad terminal; y la tuya es una enfermedad crónica que puede ser avanzada, pero no necesariamente terminal.
Ante ello, te plantearás otra pregunta: “Bueno, ¿entonces, a quién le digo?” Fácil, contesta esto: ¿Quiénes son las personas más cercanas a ti y a tu vida?, ¿con cuáles de ellas tienes la facilidad de hablar? (bajo el entendido de diálogo recíproco: saber escuchar y comentar), ¿con cuántas tienes o presentas confianza? Si te pones a ver o intentas encontrar quién es fuerte y quién no, tu percepción y definición serán muy diferentes. ¿Por qué? Porque aquí, el fuerte es quien reconoce, no el que aguanta más sin llorar.
Ahora que sabes y has identificado a quién decirle, viene una parte muy singular. ¿Por qué “singular”? Porque una noticia como esta será asimilada de manera diversa por todas las personas. Aunque sean cercanas y fuertes, tendrán diferentes reacciones.
Ejemplo: Raúl tenía un osteosarcoma en un brazo, y el tratamiento consistía en quitarle la extremidad con el tumor, pero quería decírselo, primero, a las personas que estaban con él. Así que las reunió en una fiesta, y a la mitad de ella lo comentó. Evidente y razonablemente, los presentes se sintieron incómodos, ya que en ese momento, cuando los ánimos estaban en lo más alto, les aventó una cubetada de agua helada…Era de esperarse: las personas no saben cómo reaccionar ni qué decir.
Quizá alguien dirá: “Es una locura, cómo se le ocurre”. Bien por esa percepción, ya que, bajo tu punto de vista, tú no lo harías. Otros opinarán: “Correcto, así lo dice de un jalón, y se evita estar dando explicaciones, explicaciones y más explicaciones”. Como se ve, cada quien es distinto y se retroalimenta (comenta) de forma variada.
Aquí es donde yo intervengo y comento: “Aventarás una piedra (la notificación) que, indudablemente, dañará, pero de ti dependerá qué tan fuerte la lances, y a qué le quieras atinar, de manera que podrá doler, sangrar, romper o destruir por completo”.
Y, nuevamente, aclaro: “Harás daño, pero dependerá de qué tanto quieras lastimar”. Sin duda, la gente que está a tu alrededor reaccionará. ¿Cómo? Eso estará sujeto a qué tan honestos sean contigo y con ellos mismos, porque la mayoría muestra ciertos aspectos de sí mismos ante situaciones comunes. Es más, la gente decide qué enseñar y a quién mostrárselo, pero ante esta situación, realmente uno da la cara, quitándose toda máscara para mostrarse tal cual, con lo que puede y está dispuesto a ofrecer.
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